1 DE ABRIL DE 2008
Raquel andaba demasiado preocupada. Tenía temor que las últimas discusiones con su marido pudiesen afectar negativamente a su hijo. Esa suma de miedo, incertidumbre y desconocimiento fueron suficientes para decidirse visitar al doctor Stupent Dow. "Debe ser un profesional renumerado, regala plaquitas rectangulares doradas". Cautivada por la emoción, dispuso una tarde, después de la salida del colegio de la criatura, para efectuar la programada y tan deseada visita. Le faltó tiempo para llamar al timbre, cuando el Doctor Stupent le atendió:
- Seguimos un método aprobado por decenas de universidades americanas. El sistema dispone de más de un siglo de reconocimiento. - explicaba el señor Dow a Raquel, mientras, en un aula separada, su hijo pintaba "la casa ideal". Eso fue lo que se le dijo que dibujase.
Para no estar en silencio, Raquel estuvo escuchando atenta parrafadas extraidas de libros que acreditaban la profesionalidad del doctor. Él, evidentemente, las citaba orgulloso, y en ocasiones de memoria, sin perder la seriedad que le aporta certeza y credibilidad. Asi, la espera se hizo corta, y en apenas media hora el niño salió, contento, con un plausible dibujo acabado.
- Bien, pasemos a la parte más importante: vamos a analizar la casa para conocer qué se cuece en las entrañas de su hijo - mientras Dow decía esto, el pequeño Tomás no pudo evitar sentir su obra remplazada en segundo plano, puesto que él entendía que la parte más importante era hacer el dibujo, no como indicaba el egoísta doctor.
a) Noto cierta sensación de soledad, ya que no ha dibujado a ningún miembro de la familia habitando en ella. ¿Cree que tiene motivos para sentirse solo y desamparado?
b) No ha dibujado ventanas: eso simboliza una personalidad muy cerrada e introvertida, ¿su hijo no expresa sus sentimientos fácilmente a los demás, me equivoco?
c) Ha hecho una casa muy alta y poco ancha. Eso es debido a aspectos equilibrísticos, digamos que su hijo se mueve en una fina línea que puede desestabiliarse con cierta facilidad, entendiendo el equilibrio como el constante ir y venir de pesos y no como la falsa quietud que nos vende la sociedad. Eso es que su hijo ha vivido constantes cambios sentimentales frutos de grandes traumas para su edad y pequeñas alegrías ahogadas por dichas conmociones.
d) Las paredes pintadas de verdes significan una preocupante escentricidad por parte de su hijo, ya que se sale de lo corriente de un hogar, que es pintarlas de blanco, azul o amarillo. Aunque podría haber sido peor si fuesen rojas. Además, no está acurado el pintado, se ha debido cansar a la mitad mientras pintaba, fruto de la gran extensión que implica una pared, eso quiere decir que su hijo, cuando se cansa de hacer algo, deja las cosas a medio hacer.
e) La telaraña situada en esta habitación - el doctor señaló una de las salas del dibujo - es motivo de creer que usted no le proporciona suficientes juguetes para asi amenizar su etapa infantil. No es bueno inundarle de muñecos, pero tampoco lo es su ausencia. Quizás su hijo podría no estar disfrutando tanto cómo quisiera.
f) No hay escaleras para acceder de un piso a otro. Ello simboliza cierta incomunicación con las personas que le rodean, entendiendo las habitaciones como metáfora de las mentes ajenas, que a su vez simbolizan su interrelación con el mundo y su falta de conexión con el resto.
La madre quedó realmente sorprendida, aterrada y preocupada con el análisi. Pero duró poco ya que, el pequeño Tomás, no pudo abstenerse a dar su consideración:
a) No hay personas porque usted me dijo que dibujase sólamente una casa. ¿no?
b) No hay ventanas porque no sé dibujarlas.
c) No es más ancha porque no me cabía en el papel.
d) No son verdes las paredes, son blancas, lo que pasa que hay enredaderas, que son muy bonitas y me gustaría ponerlas en mi casa ideal, no está "a medio pintar".
e) Eso no es una telaraña, es un red de tennis, mi casa ideal ha de tener una pista de tennis.
f) ¿Ve esto de aqui? Pues no es un armario, es un ascensor: mi hogar ideal se va de un piso a otro en ascensor, es más cómodo.
Tras estas solemnes palabras de la criatura, Raquel pagó muy a regañadientes el precio de la consulta, al llegar a casa tiró todos sus libros de "auto-ayuda" y, tras un fuerte y amoroso abrazo a su hijo, le besó una mejilla mientras sonreía, feliz de conocer que su hijo, estaba lleno de gloria en el corazón.
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